La humanidad no estaba preparada para una guerra como la que se avecinaba, y si bien su armamento más desarrollado era algo a lo que se debía temer y que había que tomar en cuenta; los dragones contaron totalmente con el factor sorpresa. No queda demasiado claro hasta qué punto la Reina Madre buscó, deliberadamente, el punto en el que los humanos estuvieran demasiado enzarzados entre ellos, o simplemente cómodamente sentados en sus hogares, sin siquiera sospechar lo que se les venía encima, convencidos de que dominaban el mundo. Pero, desde luego, eso fue lo que pasó.
El Despertar: Año 0
Sumidos en su letargo, los dragones dejaron que la pomposidad y el egocentrismo humano jugaran en su favor. A pesar de su avanzada tecnología y de haber poblado prácticamente la totalidad del mundo; habían olvidado su mayor poder, y por ende, su mayor debilidad. Empero, no fueron los únicos que se dejaron llevar por las falacias de sus líderes políticos y religiosos a través de los tiempos.
Durante siglos, los sueños de venganza y odio contra la raza humana invadieron la red mental creada por la Reina. Del mismo modo que los humanos habían creado su propia burbuja de ignorancia; los dragones empezaron a creer que eran seres superiores al ser hijos o descendientes de su nueva soberana, su nueva Diosa, en mayor o menor medida. Motivo por el cual se la conoció como "Reina Madre". Desde el dragón más antiguo hasta el último huevo eclosionado durante el Letargo, todos se volvieron totalmente dependientes de la red mental, creando así una especie de "mente colmena", en la que, si bien cada dragón podía tener sus propios pensamientos, éstos eran inmediatamente compartidos por todos los congéneres conectados a la Red Dracónica Imperial. Los verdaderos hijos de la Madre Divina no debían tener secretos, ni con ella, ni entre ellos. Debían ser ciegamente leales a ella. Debían compartir su odio y su sed de venganza. Debían desear la destrucción y la humillación de aquellos que los habían empujado al borde del abismo y les habían arrebatado todo.
Los dragones debían recuperar lo que era suyo. Debían salvar al mundo de la infección del ser humano, destructivo, infantil e ignorante. Debían ser los dragones quienes lo gobernaran, para devolverlo a su estado original, tal y como lo conocieron en la Era Antigua.
La Reina Madre despertó, y con ella despertaron los cientos de dragones que habían logrado salvarse de la Purga, gracias al Letargo. Allí donde y cuando el ser humano pareció alcanzar la cúspide de su propio genio, ocurrió el Despertar. Y es a partir de ese día, en el que empieza nuestro calendario.
La Guerra del Despertar: Año 0-10 d.D.
Hay muchas versiones del Despertar. Si tienes suerte, puedes incluso encontrar algún escrito en el que leer algún que otro testimonio hecho por un humano o humana de entonces. Pero leas lo que leas, sacarás en claro rápidamente que llamar "guerra" a lo que sucedió es pecar de demasiado amable. Para los dragones fue una grata aunque costosa victoria. Para los humanos, fue un genocidio a nivel global.
Sólo durante las primeras veinticuatro horas del Despertar cayeron casi la mitad de los países desarrollados del mundo, viéndose pasto inmediato del fuego y la fuerza colosal de monstruos tanto o más altos que sus edificios, inmunes a sus armas, que con un batir de alas podían derribar sus aviones y desviar sus misiles. Los dragones fueron sanguinarios y brutales, no dejaban alma con vida allá por donde pasaban, consumidos por el odio y el deseo de la Reina de destruir todo rastro de su civilización. Lo reducían todo a cenizas, y después se alimentaban de ellas para poder seguir exhalando más fuego, crear más ceniza...
Demasiado tarde, los humanos empezaron a entender, a pesar de su inicial incredulidad; que los dragones eran tan reales como letales. Dio igual cualquier explicación científica que quisieran darles, su destrucción avanzó tan rápido que casi fue imposible defenderse. También demasiado tarde pudieron comprobar la primera y más importante debilidad de los dragones: el frío. No obstante, no fue una ventaja que pudieran aprovechar durante demasiado tiempo para esconderse. Pues el calor provocado por los cientos de miles de incendios, y la cantidad de bosques arrasados, lograron un calentamiento global que fundió en cuestión de meses casquetes polares, cimas de montañas y glaciares por igual. Por si los dragones fueran poco, los humanos tuvieron que enfrentarse también a un duro cambio climático que aumentó drásticamente las temperaturas y trajo consigo duras sequías, pérdidas masivas de recursos alimenticios, e inundaciones que cambiaron casi por completo el dibujo original de sus mapas del mundo. El transporte de suministros se dio por imposible, dado que los dragones se apoderaron casi al completo del cielo y vigilaban organizadamente cada rincón del planeta, sincronizados por una vil inteligencia hasta rozar la perfección gracias a la red. Su ventaja resultó demasiado evidente.
La humanidad estaba condenada. Diez años fueron suficientes para que los últimos reductos supervivientes sacaran la bandera blanca y aceptaran su rendición. Los miles de millones de humanos que habían antes del Despertar, quedaron reducidos a unas pocas decenas de miles. La venganza se había logrado.
La hegemonía de los hombres había terminado, abrupta y violentamente. Y así, comenzó el reinado de los dragones y su Reina Madre. Así, comenzó nuestra época: El Imperio del Fuego.
Sólo durante las primeras veinticuatro horas del Despertar cayeron casi la mitad de los países desarrollados del mundo, viéndose pasto inmediato del fuego y la fuerza colosal de monstruos tanto o más altos que sus edificios, inmunes a sus armas, que con un batir de alas podían derribar sus aviones y desviar sus misiles. Los dragones fueron sanguinarios y brutales, no dejaban alma con vida allá por donde pasaban, consumidos por el odio y el deseo de la Reina de destruir todo rastro de su civilización. Lo reducían todo a cenizas, y después se alimentaban de ellas para poder seguir exhalando más fuego, crear más ceniza...
Demasiado tarde, los humanos empezaron a entender, a pesar de su inicial incredulidad; que los dragones eran tan reales como letales. Dio igual cualquier explicación científica que quisieran darles, su destrucción avanzó tan rápido que casi fue imposible defenderse. También demasiado tarde pudieron comprobar la primera y más importante debilidad de los dragones: el frío. No obstante, no fue una ventaja que pudieran aprovechar durante demasiado tiempo para esconderse. Pues el calor provocado por los cientos de miles de incendios, y la cantidad de bosques arrasados, lograron un calentamiento global que fundió en cuestión de meses casquetes polares, cimas de montañas y glaciares por igual. Por si los dragones fueran poco, los humanos tuvieron que enfrentarse también a un duro cambio climático que aumentó drásticamente las temperaturas y trajo consigo duras sequías, pérdidas masivas de recursos alimenticios, e inundaciones que cambiaron casi por completo el dibujo original de sus mapas del mundo. El transporte de suministros se dio por imposible, dado que los dragones se apoderaron casi al completo del cielo y vigilaban organizadamente cada rincón del planeta, sincronizados por una vil inteligencia hasta rozar la perfección gracias a la red. Su ventaja resultó demasiado evidente.
La humanidad estaba condenada. Diez años fueron suficientes para que los últimos reductos supervivientes sacaran la bandera blanca y aceptaran su rendición. Los miles de millones de humanos que habían antes del Despertar, quedaron reducidos a unas pocas decenas de miles. La venganza se había logrado.
La hegemonía de los hombres había terminado, abrupta y violentamente. Y así, comenzó el reinado de los dragones y su Reina Madre. Así, comenzó nuestra época: El Imperio del Fuego.
El Imperio del Fuego: Año 11-250 d.D.
Los humanos que sobrevivieron a la Guerra del Despertar, o bien lo hicieron porque quedaron prisioneros de los invasores; o bien porque pertenecieron a grupos que se rindieron y dejaron las armas. Si bien las órdenes de la Reina Madre fueron claras durante toda su campaña bélica; una vez la superioridad de los dragones se convirtió en un hecho fehaciente, consideró que su "nuevo mundo" iba a necesitar una mano de obra que reconstruyera todo de nuevo, desde las cenizas. Su rendición fue, obviamente, paulatina. Pero finalmente se consiguió alrededor del año 20 d.D., en el que se proclamó que ya no quedaba ni un sólo reducto humano sin someter... O sin haber sido reducido a cenizas.
Así pues, los humanos supervivientes del Despertar fueron despojados de todo: conocimientos, privilegios, acceso a la tecnología... Se convirtieron en esclavos y, como bien planeó la Reina, reconstruyeron las cinco ciudades principales que hoy figuran en los mapas. Los únicos sitios donde la vida aún era posible, donde los bosques habían logrado seguir creciendo y, aún a día de hoy, la naturaleza se recupera del fuerte golpe de la Guerra. Así nació Talos, la Capital de Imperio; y sus naciones periféricas con capitales homónimas, repartidas por los continentes: Isaur, Eden y Puerto Krosan.
No fue un proceso en absoluto sencillo. Muchos de los esclavos intentaron revelarse o escapar con el paso de los años, y hasta se pueden encontrar registros fiables de algún que otro motín. Pero el resultado siempre ha parecido ser trágico y drástico para los infractores. De hecho, este tipo de actos incitaron a la Reina y a sus consejeros a tomar "medidas cautelares", de forma que llegaron incluso a sacrificar esclavos para mantener su población dentro de los límites controlables. Por descontado, se castigó, incluso se ejecutó, a los dragones que osaban simpatizar o intimar con "los seres inferiores".
Decenios hicieron falta para que la sociedad Imperial se erigiera sobre los escombros de las antiguas civilizaciones. La inmensa mayoría de los conocimientos y avances humanos se perdieron, ya que los dragones impusieron una durísima ley de censura, para impedir que los humanos recobraran su poder tecnológico, hundiendo generación tras generación en una ignorancia analfabeta que paulatinamente se fue tornando en obediencia. La sociedad retornó a un estado arcaico y medieval, muy similar al que hubo en la Era Antigua, es decir, a la que recordaban los dragones.
No obstante, decir que todo había vuelto a lo mismo sería de lo más incorrecto. Pues en esta nueva sociedad, los dragones se apoderaron de todos los privilegios, creando una sociedad fuertemente jerarquizada, en la que los humanos hoy en día no pueden acceder a prácticamente nada por sí mismos, y sólo pueden trabajar en los oficios más básicos y humildes. Tampoco se puede negar que, a pesar de todo, ciertos conocimientos y avances humanos han logrado perdurar a día de hoy: mecánica básica, nociones de astronomía (como que el mundo es redondo) y navegación, de arquitectura, de confección de moda, música... Pequeños vestigios y conceptos generales demasiado integrados en la humanidad como para borrarlos a base de latigazos, y que los dragones no consideraron dignos de purgar.
El mundo también fue cambiando con el paso de los decenios. El calentamiento global generó zonas extremadamente frías para los dragones, y convirtió en áridos páramos calcinados kilómetros y kilómetros de tierra. Algunas partes del mundo se volvieron inhabitables, infectadas por aire y agua envenenados por el poder de las heréticas armas tecnológicas. Incluso volvió a nevar en algunas cadenas montañosas, dejando zonas del mundo aisladas en un silencio que hoy en día se ha tornado en misteriosa ignorancia.
Algunas rutas comerciales tuvieron que cambiar debido a esto, pero aún así, la economía del mundo volvió a crecer, la vida logró perdurar entre las cenizas del viejo mundo desolado por la Guerra. Una vez más la Historia fue borrada, reinventada y reescrita en favor de la nueva raza dominante, convirtiendo a su Reina Madre en la divina, ancestral e indiscutible soberana de todos los pueblos y razas inteligentes sobre el planeta. Los logros dracónicos se engrandecieron, mientras que los humanos fueron olvidados o convertidos en herejías peligrosas y prohibitivas.
Y así, pasaron doscientos cincuenta años...
Así pues, los humanos supervivientes del Despertar fueron despojados de todo: conocimientos, privilegios, acceso a la tecnología... Se convirtieron en esclavos y, como bien planeó la Reina, reconstruyeron las cinco ciudades principales que hoy figuran en los mapas. Los únicos sitios donde la vida aún era posible, donde los bosques habían logrado seguir creciendo y, aún a día de hoy, la naturaleza se recupera del fuerte golpe de la Guerra. Así nació Talos, la Capital de Imperio; y sus naciones periféricas con capitales homónimas, repartidas por los continentes: Isaur, Eden y Puerto Krosan.
No fue un proceso en absoluto sencillo. Muchos de los esclavos intentaron revelarse o escapar con el paso de los años, y hasta se pueden encontrar registros fiables de algún que otro motín. Pero el resultado siempre ha parecido ser trágico y drástico para los infractores. De hecho, este tipo de actos incitaron a la Reina y a sus consejeros a tomar "medidas cautelares", de forma que llegaron incluso a sacrificar esclavos para mantener su población dentro de los límites controlables. Por descontado, se castigó, incluso se ejecutó, a los dragones que osaban simpatizar o intimar con "los seres inferiores".
Decenios hicieron falta para que la sociedad Imperial se erigiera sobre los escombros de las antiguas civilizaciones. La inmensa mayoría de los conocimientos y avances humanos se perdieron, ya que los dragones impusieron una durísima ley de censura, para impedir que los humanos recobraran su poder tecnológico, hundiendo generación tras generación en una ignorancia analfabeta que paulatinamente se fue tornando en obediencia. La sociedad retornó a un estado arcaico y medieval, muy similar al que hubo en la Era Antigua, es decir, a la que recordaban los dragones.
No obstante, decir que todo había vuelto a lo mismo sería de lo más incorrecto. Pues en esta nueva sociedad, los dragones se apoderaron de todos los privilegios, creando una sociedad fuertemente jerarquizada, en la que los humanos hoy en día no pueden acceder a prácticamente nada por sí mismos, y sólo pueden trabajar en los oficios más básicos y humildes. Tampoco se puede negar que, a pesar de todo, ciertos conocimientos y avances humanos han logrado perdurar a día de hoy: mecánica básica, nociones de astronomía (como que el mundo es redondo) y navegación, de arquitectura, de confección de moda, música... Pequeños vestigios y conceptos generales demasiado integrados en la humanidad como para borrarlos a base de latigazos, y que los dragones no consideraron dignos de purgar.
El mundo también fue cambiando con el paso de los decenios. El calentamiento global generó zonas extremadamente frías para los dragones, y convirtió en áridos páramos calcinados kilómetros y kilómetros de tierra. Algunas partes del mundo se volvieron inhabitables, infectadas por aire y agua envenenados por el poder de las heréticas armas tecnológicas. Incluso volvió a nevar en algunas cadenas montañosas, dejando zonas del mundo aisladas en un silencio que hoy en día se ha tornado en misteriosa ignorancia.
Algunas rutas comerciales tuvieron que cambiar debido a esto, pero aún así, la economía del mundo volvió a crecer, la vida logró perdurar entre las cenizas del viejo mundo desolado por la Guerra. Una vez más la Historia fue borrada, reinventada y reescrita en favor de la nueva raza dominante, convirtiendo a su Reina Madre en la divina, ancestral e indiscutible soberana de todos los pueblos y razas inteligentes sobre el planeta. Los logros dracónicos se engrandecieron, mientras que los humanos fueron olvidados o convertidos en herejías peligrosas y prohibitivas.
Y así, pasaron doscientos cincuenta años...
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