Etiquetas

jueves, 19 de abril de 2018

Historia: La Decadencia del Imperio

El Imperio del Fuego vivió unos cuantos siglos de apogeo, en los que poco a poco la humanidad fue aceptando humildemente las cadenas, llegando al punto de no necesitarlas. La ignorancia y la natalidad controlada permitió que las leyes Imperiales se volvieran en algunos sentidos un poco más "laxa" respecto a los humanos. Algunos dragones burgueses enseñaban, instruían o delegaban responsabilidades mayores en sus esclavos humanos, llegando incluso a liberarlos y a remunerarles por sus servicios, sustituyendo poco a poco la esclavitud forzada por una clase obrera obediente y hasta agradecida; que a día de hoy se conoce como vulgo. Un populacho contento y servicial, mucho más dispuesto a servir a los dragones a cambio de dinero que gastar para poder comer y vivir; que por temor a los castigos o a la propia muerte.

Con esto a los humanos se les permitió viajar con escoltas, cazar en los terrenos del Imperio, tener sus propios rebaños y cultivos, especializarse en trabajos concretos, enseñar a sus aprendices; incluso a regentar negocios sencillos abalados por la burguesía dracónica. Todo ello a cambio del pago de impuestos o tributos en los templos. Así los dragones también pudieron delegar su autoridad y dedicar su tiempo a otros menesteres menos esforzados. Si bien la esclavitud sigue aún perdurando, para humanos y dragones; y son tan sólo unos pocos privilegiados los que pueden decir que poseen cierto control sobre sus vidas en ese respecto.

Los dragones también empezaron a adoptar actitudes más cómodas en cuanto a su estilo de vida. Incluso la Reina formó el Primer Consejo Imperial, formado por seis dragones consejeros, especializados en cada cuestión de estado; para tomar decisiones en su nombre. Poco a poco, la Diosa Madre empezó a volverse cada vez más ermitaña, y sus apariciones en público comenzaron a menguar paulatinamente. Si bien, su conciencia nunca abandonó la red; como tampoco lo hicieron sus ideales, ya prácticamente asentados en la nueva sociedad del Imperio.

Una sociedad que, sin embargo, había tocado techo. Pues esta estabilidad no logró durar demasiado.


Los Últimos Dragones: Año 251-310.

Durante la penúltima luna del datado año 250 d.D.; nació el último dragón del Imperio. A partir de entonces, por algún motivo que nadie se explica, los huevos de las dragonas dejaron de eclosionar, engendrando embriones muertos, o pequeños dragones que morían apenas minutos después de haber exhalado su primer aliento. Al principio se pensó que aquello podía deberse a algún tipo de enfermedad que estuviera afectando a las madres dragón, o que provocara que los padres más viejos resultaran ineficientes a la hora de fecundar los huevos. Con este motivo muchos dragones y dragonas fueron puestos en cuarentena, aislados durante años del resto de sus congéneres para evitar el "contagio". Pero no hizo falta demasiado tiempo para comprobar que aquella extraña esterilidad había afectado ya a toda la raza dracónica por igual, independientemente de su género o edad, de una forma sospechosamente repentina.

Muchos han sido los rumores del origen de la infertilidad dracónica, desde maldiciones a magia negra, pasando por algún tipo de venganza divina. Los dragones perdieron la moral y empezaron a sentirse perdidos y solos, comenzando a adoptar con más asiduidad su forma humanoide que su forma original, buscando consuelo en vidas rutinarias, sociales y más sencillas; volviéndose irónicamente cada vez más "humanos" en comportamiento, pensamiento y carácter. Algo que pareció verse precipitado por el hecho de que en su forma humanoide los dragones conectados a la Red Imperial podían mantener sus hilos de pensamiento profundo ocultos de las mentes de sus congéneres.

Ante aquella deprimente situación, la Reina trató de calmar los ánimos de sus vasallos, dracónicos y humanos, diciendo que aquello no era sino una prueba de fe, que debía aunar aún más a los dragones y fortalecerlos contra la adversidad, la cual terminaría pasando de largo. Sin embargo, seguramente la propia Reina debió también asustarse, pues desde aquel anuncio quedó abolida la pena de muerte para los dragones. Los humanos, por supuesto, no se beneficiaron de esa suerte.

La revolución había comenzado, y ha ido ganando fuerza hasta el día de hoy.

La Decadencia del Imperio: Año 311-350 d.D.

La crisis de la fertilidad descubrió un punto débil en los amos y señores de la Tierra. Fue la piedra angular que avivó las pocas chispas disconformes entre el vulgo. Durante estos años, se multiplicó el número de juicios, ejecuciones y exilios de dragones que empezaban a dudar de la veracidad del Imperio y de la doctrina de la Diosa Madre. Como respuesta a aquel primer desmoronamiento, las leyes se volvieron mucho más duras: toques de queda, abusos de poder, redadas en buscas de conocimientos vetados o vestigios tecnológicos, prohibición de las relaciones homosexuales, etc.

Aquel fue el caldo de cultivo en el que surgió un grupo de insurgentes humanos, que unió sus fuerzas para aprovechar el momento de debilidad de los dragones y alzarse contra ellos para acabar con su tiranía. Este colectivo adoptó una ideología extremista contra el Imperio y la raza dracónica en general, y se esforzó por recuperar y recordar el antiguo esplendor humano para reforzar sus convicciones; y para utilizarlo como propaganda para la captación de nuevos integrantes de la autodenominada Resistencia. Ante la rápida respuesta opresora de las fuerzas armadas Imperiales y de la Inquisición, los miembros de esta organización empezaron a adoptar medidas cada vez más agresivas y contundentes, por lo que pronto se ganaron la etiqueta de terroristas y enemigos del estado. Durante décadas fueron una espina clavada en el costado del Consejo Imperial, que boicoteba sus celebraciones, asaltaba sus caravanas, resucitaba o rescataba conocimientos prohibidos, y ganaba día tras día cada vez más popularidad entre el vulgo... Y entre algún que otro dragón.

Una última Esperanza: 351 d.D.

A principios de este año, la existencia de unas criaturas por cuyas venas corría sangre dracónica y humana por igual salió por fin de la clandestinidad. Algo que nadie nunca se hubiera esperado, pues a pesar de que los dragones podían adoptar forma humana y utilizar esclavos sexuales humanos, la mezcla de especies nunca se había dado hasta el momento. Ni siquiera en la Era Antigua se había conocido un caso así. Estas nuevas criaturas fueron llamados híbridos, engendrados por madres humanas que habían sido inexplicablemente fecundadas por un padre dragón. Si estos "milagros" resultaron accidentales o no, careció de importancia de cara a la sociedad dracónica, que los tachó de aberraciones de la naturaleza y un tremendo insulto a la raza de los dragones, suponiendo la pena mayor para el híbrido y su madre, y el exilio o la esclavitud para el dragón progenitor. Incluso los ciudadanos humanos del Imperio los vieron como monstruos peligrosos a los que había que delatar si no querían meterse en problemas con las autoridades.

La aparición de los híbridos no fue lo único que hizo que el Imperio del Fuego se tambaleara peligrosamente. A principios del año siguiente, unas extrañas fuerzas comenzaron a agitarse, y extraños y peligrosos fenómenos empezaron a ocurrir a lo largo y ancho de todo el Imperio. Bolas parlantes de fuego, grandes monstruos de agua, huracanes y tormentas inexplicables, raros cambios en las mareas, extrañas criaturas poblando los bosques...
Los Dioses Elementales, por fin, habían despertado. Y lo hicieron con una furia desatada en forme de gigantes gólems que generó grandes bajas entre los dragones, diversas catástrofes y cambios a nivel geográfico (como la creación de la costa marítima de Talos, o la aparición del Gran Árbol en la plaza de la capital). La intención de los cuatro dioses, no obstante, en ningún momento fue crear una guerra, sino dar un mensaje. Habían regresado, y con ello, habían decidido que la raza humana estaba preparada para recibir su más preciado regalo para romper las cadenas de la opresión. Y así, regresó la magia elemental.

Con el motivo de la aparición de los híbridos, el resurgir de los poderes elementales y con miedo de que alguna oscura hechicería o arma tecnológica hubiera sido utilizada en su contra sin que ellos lo supieran; fue creada la Inquisición. Un selecto grupo de dragones expertos en distintas materias, desde química y medicina a historiadores y soldados; dedicados a la búsqueda y captura de humanos (y dragones) sospechosos de herejía, de haber practicado cualquier tipo de magia o de haber intentado manipular, inventar o resucitar tecnología prohibida. Este órgano del gobierno no sólo se ganó una reputación infame de torturadores y elitistas, favorecidos por la mismísima Reina; sino que siguió a la disolución del Primer Consejo debido a la creciente paranoia conspiratoria de la soberana. Pero ni siquiera interrogando, exiliando o esclavizando sospechosos, los dragones lograron encontrar respuestas o apagar las brasas cada vez más candentes de la disconformidad.

Las investigaciones de la Inquisición con los híbridos que no ejecutaban en el momento fueron crueles y retorcidas, y si bien mayormente parecían tener un fin más torturador que académico; lograron sacar en claro un dato interesante: los híbridos más antiguos que habían logrado encontrar habían nacido durante el año 251 d.D. Justo al año siguiente de la infertilidad dracónica. ¿Casualidad? También se percataron del alarmante número de híbridos que habían nacido en los últimos cincuenta años, que superaba con creces el esperado, aunque siguieran suponiendo una minoría. Pero una minoría oculta que se les escapaba, después de todo.

Por supuesto, la Inquisición también quiso asegurarse de convertir todo culto o devoción hacia los Elementales en una forma de herejía. Prohibieron por completo el desarrollo de las habilidades mágicas a aquellos que no aceptaran unirse a las fuerzas del Imperio, con intención de aprovechar aquel poder en su favor. Pero ni siquiera ellos pudieron evitar la aparición de los Cuatro Altares Elementales en Talos, ni la propagación de aquel nuevo culto clandestino.

El pueblo, lejos de sentirse tranquilo o respaldado por la Inquisición; empezó a dejarse tentar por la posibilidad de tener en sus manso un poder inconmensurable; o de que la raza humana fuera en sí misma la única opción de que los dragones no afrontaran la extinción. Cabe añadir que la inmensa mayoría se aferró al sistema, no queriendo perder la cómoda posición obediente que habían aprendido de sus antecesores, ni las pequeñas libertades sociales y económicas que tanto les había costado conseguir. Esto generó actitudes nerviosas y muy extremas dentro de la gente del vulgo.

Mas una verdad quedó patente en todo ello. Los dragones ya no eran la raza dominante del planeta. Y un venerable Anciano, un dragón albino de la misma generación que la Reina Madre, sonreía mientras contemplaba la caída de los primeros guijarros que predecían la próxima caída de una gran avalancha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario