La historia que hoy voy a contarte no la encontrarás en ningún libro, grabado o pergamino; pues fue borrada de la misma existencia, enterrada en el olvido, por aquellos que hoy nos gobiernan. Todo lo que nos queda de ella son susurros. Todo lo que tenemos es una memoria furtiva y oscura. La memoria de mis padres, y de sus padres, y de los padres de éstos...
La pequeña chispa de la esperanza que hoy logra sobrevivir, siempre y cuando la recordemos.
Antes del Despertar: La Era Antigua
La época a.D. no existe para la mayoría de los pobladores de este mundo. Es un concepto difuso, descrito de muchas maneras distintas, en muchos idiomas y libros distintos. Suele ocurrir cuando las mentiras se pisan unas a otras. Pero todas las mentiras tienen algo en común: hubo una época, muy, muy antigua, en la que el ser humano coexistía con quienes ahora nos dominan: los dragones.
Aquella Era Antigua ya estaba olvidada desde mucho antes del Despertar. Pero lo poco que se conserva de entonces nos hace pensar que la relación entre sendas razas no siempre fue pacífica, aunque sí logró ciertas alianzas y pactos con las antiguas civilizaciones. Para algunas, los dragones eran poderosos dioses y protectores a los que agasajaban con ofrendas para mantener alejados a los enemigos. Para otras, resultaron poderosos aliados contra otro tipo de criaturas peligrosas de las que sólo tenemos constancia gracias a sus huesos, enterrados y petrificados en las profundidades de la tierra. Y para cierta minoría, los dragones no eran sino bestias que robaban y se apoderaban de cuantiosos tesoros, ergo suponían un peligro que había que erradicar.
Incluso con las inevitables desavenencias, se podría decir que los dragones y los humanos aprendieron juntos y evolucionaron juntos. Ambas razas resultaron ser las más inteligentes y poderosas, cada una en su estilo. Los dragones, magnas criaturas inmortales de fuego que aprendieron a camuflarse entre los humanos adoptando una forma similar y más comedida. Los humanos, inteligentes seres, que a pesar de su mortalidad, contaban con una increíble creatividad y adaptabilidad que, además, fue bendecida por los Dioses Elementales. En una época de su historia, éstos les otorgaron el poder la magia elemental, para aprender a doblegar los elementos, a cambio de su fe y devoción incondicional.
Fueron buenos tiempos, supongo. Pero como se suele decir, todo lo bueno se acaba.
Incluso con las inevitables desavenencias, se podría decir que los dragones y los humanos aprendieron juntos y evolucionaron juntos. Ambas razas resultaron ser las más inteligentes y poderosas, cada una en su estilo. Los dragones, magnas criaturas inmortales de fuego que aprendieron a camuflarse entre los humanos adoptando una forma similar y más comedida. Los humanos, inteligentes seres, que a pesar de su mortalidad, contaban con una increíble creatividad y adaptabilidad que, además, fue bendecida por los Dioses Elementales. En una época de su historia, éstos les otorgaron el poder la magia elemental, para aprender a doblegar los elementos, a cambio de su fe y devoción incondicional.
Fueron buenos tiempos, supongo. Pero como se suele decir, todo lo bueno se acaba.
Antes del Despertar: La Era Mágica
La fe humana en los Dioses Elementales se esparció rápidamente, como las chispas entre la pólvora. Creo que hubo incluso dragones que también los adoraban. Pero te aseguro que fueron los que menos, pues con el paso de los años fueron los dragones los que contemplaron cómo el hombre utilizó aquel regalo divino como un arma de guerra, destruyendo naciones, campos y bosques; alterando las mareas y revolviendo las tormentas. Para muchos, fue como si los Elementales les hubieran dado aquellos poderes a un grupo de niños que no tenían ni idea de cómo utilizarlos.
Las discrepancias entre dragones y humanos empezaron a crecer, y muchas de las viejas alianzas se rompieron a medida que los mortales empezaron a obsesionarse con el poder. Llegó un punto en el que el odio hacia los dragones, que antes sólo afectaba a una pequeña minoría; empezó a contagiarse entre las distintas naciones humanas. Los dragones que no aprobaron el uso caprichoso y descontrolado de la magia, o que no demostraron su fe hacia los Elementales, se convirtieron enemigos raciales en cuestión de unas pocas décadas.
Fueron tiempos oscuros para la raza dracónica, pues las cacerías de dragones empezaron a cobrar importancia y a significar reputación en las distintas jerarquías sociales del hombre. Esta época es tristemente recordada hoy en día (con una asombrosa veracidad) como La Purga. Por doquier se asaltaban nidos, se derrumbaban cuevas y se asesinaban dragones, algunos de ellos tan antiguos como las entrañas de las montañas; todo para despellejarlos y mutilar sus cuerpos, o para robarles sus ancestrales tesoros. El poder de los Elementales se había vuelto tan fuerte en ellos que los dragones no tuvieron manera de defenderse contra la magia, por lo que su raza estuvo prácticamente a punto de enfrentar la extinción. Tanto fue así, que incluso los dragones que inicialmente apoyaban la fe en los Elementales también fueron asesinados y cazados.
En aquella desoladora imagen, surgió la que entonces sería la gran salvadora de su especie, y la que más tarde sería nuestra perdición. Pocos conocen su nombre, y puedo asegurarte que nadie entre los humanos es capaz de pronunciarlo. Para nosotros, ella es la Reina Madre. Una de las últimas dragonas antiguas que sobrevivieron a La Purga, anterior incluso a la Época Antigua. Con un poder que hasta el momento ningún otro dragón había demostrado, ella extendió una red mental con la que contactó (o más bien capturó) a todos sus congéneres, a lo largo y ancho del mundo. Les instó a cavar hondo y ocultarse bajo tierra, profundo, profundo, donde los humanos nunca pudieran encontrarlos.
Los que respondieron a esta llamada se escondieron en primigenias cavernas y ríos de lava subterráneos. La Reina Madre también descendió profundamente, con ellos, y sumió sus mentes en un sueño profundo y largo, que duró varios miles de años. A este suceso se le conoce como El Letargo.
Antes del Despertar: La Era Tecnológica y el Letargo
Con los dragones escondidos en su letargo, ya no quedaron más trofeos que ganar. Así que la humanidad continuó con sus guerras y enfrentamientos, destrozando todo lo que se encontraba a su paso. Por fin, aunque demasiado tarde para los dragones, los Dioses Elementales reaccionaron. Un eclipse oscureció el mundo durante un día y una noche, dejando el cielo iluminado tan sólo por un rojizo anillo (la Noche Roja) que apagó la magia que corría por la sangre humana. Cuando volvió a lucir el sol, los poderes de los elementales, sencillamente, habían desaparecido. Sus voces se apagaron en los templos. El mundo se volvió gris y las criaturas que vivían de la magia elemental, murieron en masa. Los Dioses abandonaron a los hombres a su suerte, y al igual que los dragones, se esfumaron, despechados y traicionados.
No obstante, la ausencia de magia, si bien trajo una época ignorante y turbia para el ser humano; pronto se vio reemplazada por una nueva forma de poder: la tecnología. La necesidad de supervivencia hizo al hombre cambiar sus costumbres, modernizar sus ciudades, construir nuevas estructuras, y entender el mundo desde otras leyes muy distintas a la magia: la física, la química, la biología... Incluso, desde nuevas formas religiosas que inventaron nuevos y falsos dioses, y que se encargaron bien de convertir la historia de la Era Antigua, los dragones y los Elementales en meros mitos y leyendas, que se engrandecieron y tergiversaron de mil maneras, y que más tarde serían un caldo de cultivo para novelas, videojuegos, películas y juegos de rol. Términos que hoy en día todos desconocemos, pero que indudablemente en su época debieron de tener alguna importancia.
Como ya he dicho, la propia humanidad se encargó de olvidar la mayor parte de su propia historia. Se inventó hechos que nunca ocurrieron, malinterpretó el origen de los huesos fosilizados que encontró. Convirtió en ficción, incluso en mofa, el concepto de la magia. Se encerró completamente en un cascarón creciente de cristal, hierro y hormigón. Cambió la espadas y las armaduras por armas de fuego y uniformes. Y una vez más, la tecnología se transformó en su nueva arma de guerra, en su nueva forma de destrucción, para sí mismos y para el mundo entero. Una vez más, el ser humano amenazaba con destruir todo lo que tocaba, y esta vez sin ayuda de nadie más.
Los Elementales siguieron ciegos y sordos, durante décadas, siglos, milenios... Pero los dragones, no.
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