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jueves, 19 de abril de 2018

Historia: La Caída de la Reina Madre

El Año Oscuro: Año 352 d.D.

Una nueva guerra se desató, más soterrada, más visceral que nunca. La paranoia de la Reina Madre se topó de bruces contra un viejo enemigo: un viejo dragón que se hacía llamar el Anciano. Los dos se convirtieron en dioses jugando con peones, a los que manipulaban a placer en pos de objetivos contrarios; y cómo no, de destruirse el uno al otro. El mayor choque entre ambos se dio cuando el Anciano otorgó a los dragones el poder de "desengancharse" y sortear la estricta vigilancia de la Red Imperial; creando una red mental alternativa para los dragones exiliados y para los que quisieran oponerse a la Reina Madre. En respuesta, la Reina Madre reaccionó usando el poder del último Huevo Ígneo para dar a sus hijos el poder de cambiar su cuerpo a voluntad, variando su tamaño o transformándose en una bestia dracónica antropomorfa; entre otras cosas.

El culmen de aquella tensión llegó durante la celebración del Día de la Reina Madre; conmemorativo de la victoria de la Guerra del Despertar. La Resistencia orquestó simultáneamente un intento de atentado y un motín que creó un frente virulento y violento por todo Talos. El Ejército Imperial tuvo que afanarse para reprimir los disturbios y los saqueos en la capital; y la Inquisición tuvo que batallar con unos terroristas armados con bombas de belladona.
Lo que nadie se esperó, fue que la mismísima Diosa del fuego tomara parte en aquel enfrentamiento, airada por ver profanado su altar volcánico, en el que se dio el atentado. Su actuación generó una densa nube piroclástica y una erupción volcánica que despidieron toneladas de partículas de polvo y gases. Éstos provocaron una larga época de lluvia ácida que echó a perder los cultivos y contaminó parte de los acuíferos; lo que llevó a una dura época de hambruna para todo Talos. Por supuesto, la Inquisición se encargó de culpar públicamente de ello a la Resistencia, la cual sufrió una muy mala racha de impopularidad.

Este cambio meteorológico tan drástico interrumpió temporalmente el ciclo estacional; provocando una ola de frío tan brutal que las regiones de Talos, Puerto Krosan y Eneas conocieron un invierno nevado por primera vez en siglos. Hubo una ingente tasa de mortandad, y muchos habitantes de Talos (humanos y dragones) se vieron obligados a emigrar a Edén o a Isaur para no morir de hambre o de enfermedad. Los humanos que se quedaron recibieron la ayuda de los miembros de la Resistencia, que lograron conseguir comida por medios alternativos, lo que en parte les ayudó a limpiar su imagen.

Talos no vio la luz del sol durante meses, motivo por el cual a éste se le conoce como el Año Oscuro

La desesperación de los habitantes del Imperio fue tal que los Elementales decidieron apiadarse y darles una oportunidad. Arrojaron luces sobre los altares, dejando pistas en los mismos para que sus fieles entre todas las razas lograran restaurar el equilibrio. De esa forma, el cielo volvió a despejarse y el invierno llegó a su fin, restaurándose así la normalidad en el clima y en las vidas de los habitantes del Imperio. Aunque ya nada iba a volver a ser igual.

La Última Rebelión: Año 354 d.D.

El Año Oscuro había traído muchos problemas internos dentro de cada facción. La Resistencia cambió de líder dos veces en 353 D.D. (Trystan, Maeve); y el ejército perdió al General que había sido miembro del Consejo (Kael) en pos de uno mucho más joven y ambicioso (Ariakas Veerminard). Además, la Inquisición fue ganando poder y jurisdicción dentro de los menesteres del Reino, creando conflictos con los miembros del Ejército Imperial. Los Inquisidores parecían decididos a mejorar su imagen de torturadores tiránicos de cara a la galería, por lo que promovieron un gran banquete para todos los habitantes de Talos. No obstante, éste fue boicoteado con opio por los terroristas de la Resistencia.


Por si ésto no fuera suficiente, la paranoia metal de la Reina comenzó a ser tan evidente como peligrosa. Dio la orden desesperada de profanar los cuatro altares elementales utilizando sacrificios, lo que provocó un nuevo enfrentamiento entre los que defendían el culto elemental y los que pretendían destruirlo. Por desgracia, dos de los altares fueron destruidos por las fuerzas del Imperio, generando nuevas catástrofes naturales (inundaciones, cambio en las mareas, lluvias torrenciales, terremotos localizados...); y debilitando los poderes elementales del agua y la tierra por tiempo indefinido.

De nuevo, entre la disensión, surgió un nuevo movimiento conocido como La Última Rebelión, impulsado por un dragón que había logrado escapar de la esclavitud (Thareon Ironscale). Un movimiento avivado por la sabiduría y la guía del mismísimo Anciano, quien puso en manos de su líder a Caliburn, la espada de jade mítica forjada con un huevo ígneo.
La Última Rebelión tenía por objetivo dar un auténtico golpe de estado en Talos, aunando las fuerzas terroristas de la Resistencia con la de los dragones disidentes dentro del Ejército Imperial; y llamando a mercenarios y exiliados sedientos de venganza contra el sistema. Una combinación explosiva que dio como resultado una batalla como no se había visto desde la época del Despertar; y que logró destruir casi la totalidad del castillo de Talos en el proceso. La mismísima Reina combatió, revelando su forma dracónica para enfrentarse con su anciano rival; mientras civiles, mercenarios, soldados y terroristas luchaban a muerte o trataban de escapar a la masacre.

Finalmente, la Reina Madre cayó muerta bajo el jade de Caliburn al intentar escapar malherida, traicionada por su Inquisidor más leal (Letyko). El Anciano falleció también, incapaz de reponerse a las letales heridas del combate. Los dos dragones más viejos habían caído, y con ellos, cayó también el telón sobre el Imperio del Fuego tal y como lo conocimos. La caída de la Reina Madre impulsó otras células de la Resistencia en las otras capitales. La mayoría fueron acalladas con dureza, pero sus supervivientes lograron huir y afianzar una base sólida en las Islas Eneas, quienes por fin abrieron sus fronteras a los dragones que demostraron ser capaces de despertar y enfrentarse a las mentiras de la Reina Madre. Actualmente Isaur se enfrenta a una inminente guerra civil entre los simpatizantes rebeldes apoyados por los eneanos, y los que aún se mantienen fieles al Imperio.

La muerte de la Reina no sólo dejó el gobierno del Imperio hecho pedazos. También restauró el equilibrio elemental, recuperando el poder de la tierra y el agua, terminando así con los desequilibrios naturales. Además, también terminó definitivamente la infertilidad dracónica; pues la diosa de la Tierra ofreció a las dragones que se encomendaran a ella la posibilidad de que sus huevos volvieran a ser fértiles. Un nuevo rayo de luz pareció alumbrar el futuro de la mayoría de nosotros.

Pero una vez más... Las cosas no fueron tan sencillas.

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