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viernes, 23 de marzo de 2018

Dragones Imperiales

Siempre han existido. Desde el albor de los tiempos han estado ahí, pero su rastro se extingue en una época pasada, donde la magia humana y la fuerza de la espada casi provocaron su extinción ("La Purga"). Por ello la Reina, Madre de Todos, los enterró en las profundidades de la Tierra, y allí, todos durmieron en un sueño inducido conocido como “El Letargo”. La humanidad se olvidó de ellos: los convirtió en mitos y leyendas. Olvidaron tanto a los dragones, como el poder que les ayudó a vencerlos, y erigieron su civilización sobre su largo y silencioso sueño. Hasta el día del Despertar, en el que iniciaron una cruenta guerra que, por supuesto, ganaron; proclamándose los nuevos amos y señores del mundo que ahora conocemos.


Los dragones poseen dos formas principales. La primera es la “real”, su forma de dragón: la de un reptil alado inmenso, longevo y prácticamente indestructible. Suele estar cubierta de escamas más duras que el diamante, y poseer ojos brillantes, garras largas y afiladas; y colas pesadas y fuertes. También suelen poseer estructuras óseas tales como placas, púas o pinchos repartidos por diferentes zonas de su anatomía. Aunque la forma  y el color de cada dragón es bastante variable, se ajusta a la forma del dragón clásico europeo.

La segunda, es la forma “humana”, una habilidad mágica que aprendieron a utilizar de manera más frecuente después del Despertar, para mimetizarse entre los humanos; y más tarde para adoptar su forma de vida y erigir su propia civilización. Así pueden moverse con más comodidad, e imitar sin problema las costumbres humanas. No obstante, aunque sus transformaciones son bastante convincentes, siempre queda algún vestigio de su naturaleza dracónica que se manifiesta cuando se transforman en humanos: cuernos, garras o dientes afilados, colores antinaturales de ojos y pelo, escamas en partes determinadas del cuerpo, formas extrañas en las orejas o el rostro… Dicho vestigio es conocido como “rasgo dracónico”, es común para todos los dragones, y su función es meramente ornamental.

El concepto genérico de los dragones los ilustra como seres orgullosos por naturaleza, caprichosos y tendentes a pecar de vanidosos. Son plenamente conscientes de su poder, saben cómo utilizarlo y disfrutan alardeando de ello. Tienden a obsesionarse a menudo con su propia belleza e imponencia, y suelen ser avariciosos coleccionistas: a menudo recaudan y guardan tesoros de diferentes tipos, que protegen con un fiero recelo, ya sean joyas, metales preciosos, armas, personas, conocimiento...

La sociedad dracónica, conocida como El Imperio del Fuego (o simplemente “El Imperio”) se basa en una meritocracia muy estructurada en un sistema piramidal: la Reina Madre, en la cúspide, es considerada la matriarca absoluta, la Diosa Salvadora de los dragones, y su palabra es ley y voluntad.
Sus costumbres y modo de vida son totalmente medievales, o incluso anteriores, lo cual incluye protocolos, lenguaje, vestimentas, costumbres y avances. No tienen sentido del pudor, y la privacidad resulta a veces un concepto muy ambiguo entre ellos. Las relaciones homosexuales están mal vistas, ya que se consideran antinaturales y los dragones tienen un fuerte instinto de procreación, incentivado por su sociedad, para mantener su superioridad numérica respecto a los humanos. No obstante, las relaciones incestuosas y los matrimonios por conveniencia son bastante comunes, y se consideran aceptables con tal de preservar la pureza de la sangre dracónica.

Hay tres cosas terminantemente prohibidas para los dragones. Una es matar a alguien de su propia especie. La segunda, beber sangre de otro dragón, debido a la salvaje adicción que general. Y la tercera, enamorarse de un ser humano. Por ello entre dragones no existe la pena de muerte, y los castigos impuestos a los dragones infractores o criminales, son a elegir entre el exilio o la esclavitud.

Poderes:
  • Ven en la oscuridad, tanto en forma humana como dracónica. En forma de dragón ven con mucha más nitidez, perciben los colores más vivos y pueden enfocar a mucha más distancia.
  • En forma dracónica, escupen fuego por la boca. De base, los dragones crean llamaradas unidireccionales de varios metros de alcance. Los dragones generan su fuego a través de dos cristales situados en la parte baja de su garganta, sobre los pulmones. Un complejo sistema orgánico de tendones y cartílago los entrechoca, formando una chispa mágica que prende cuando exhalan su aliento. Estos mágicos cristales son de color granate oscuro y generan la tradicional llama anaranjada.
  • Casi todos los dragones tienen alas en su forma dracónica, ergo pueden volar. Muy pocos dragones nacen sin ellas, apenas 1 de cada 100. Las alas también les permiten impulsarse de forma subacuática y nadar a grandes profundidades. Los dragones más adaptados a la vida acuática pueden poseer membranas y aletas adicionales, pero nunca como sustituto de las alas.
  • Sus escamas son impenetrables por el acero, y casi por cualquier mineral o metal conocido, constituyendo la mejor armadura natural conocida. Aún así, se conoce que hubo armas poderosas durante la guerra que lograron traspasar la coraza natural de los dragones; pero en su mayoría fueron armas de fuego de alto impacto (misiles, antiaéreos, etc.) que a día de hoy, no existen.
  • Poseen una extraordinaria capacidad de regeneración en forma dracónica: pueden sanar heridas mortales en segundos; y nunca sufren alergias ni se ponen enfermos. Pero su regeneración tiene su límite: no pueden regenerar miembros ni órganos cercenados, mutilados o aplastados. Los dragones que siguen la Senda Metamórfica poseen la misma regeneración al transformarse, pero ésta actúa de forma más lenta que cuando están en forma dracónica.
  • Son extraordinariamente longevos: pueden vivir siglos, hasta miles de años. No obstante, tras el exterminio que precedió al Letargo, quedan muy pocos dragones realmente viejos. Por ello la edad máxima permitida para los dragones, es de 3003 años.
  • Poseen telepatía con sus congéneres. Forman una red-colmena, de la que forman parte casi desde que tienen uso de razón. Pueden “desconectarse” de la red para tener privacidad si lo desean, pero suelen estar tan integrados que necesitan de un modo  tan visceral el sentirse conectados a dicha red. De hecho, socialmente no es aceptable que un dragón se desconecte demasiado a menudo, y resulta sospechoso cuando lo hace durante demasiado tiempo.
  • En forma humana, los dragones son más fuertes, más ágiles y más diestros que los seres humanos normales.
  • Los dragones son ignífugos. Tanto en forma humana como en forma dracónica, los dragones no sufren quemaduras por fuego. No obstante, el fuego que escupe un dragón si puede afectar a uno de su propia especie si le acierta en una zona no protegida por sus escamas (mucosas, ojos, etc.); lo cual se aplicaría también a su forma humana.
  • Su sangre tiene la cualidad de potenciar las habilidades psíquicas y videntes de los humanos que las poseen de forma innata. Aquellos que no las poseen, pueden adquirirlos temporalmente, mientras la sangre surta efecto en su sistema; pero siempre de una forma menos útil y óptima que los que lo poseen de nacimiento. La sangre de dragón no genera adicción en los humanos.
Debilidades:
  • Los dragones son débiles en su forma dracónica allí donde no les protegen sus escamas: ojos, mucosas, viejas cicatrices, etc. El fuego de sus congéneres puede quemarles en dichas zonas, y las armas comunes herirles con más facilidad.
  • En forma humana no pueden manejar ni escupir fuego.
  • El frío les atonta, les vuelve lentos y socava rápidamente su sistema. Les cuesta más trabajo escupir fuego y mantener el calor. Poco a poco se van sintiendo cansados, y al final sufren de hipotermia. El frío intenso y prolongado es mortal para los dragones, así como los efectos derivados de la congelación.
  • El jade es el único mineral capaz de debilitarlos si lo llevan encima o roza su piel. Así mismo, es el único material conocido capaz de traspasar su coraza de escamas, y provocarles daños que no pueden curar con su regeneración instantánea. Las heridas con jade tardan más en curar, y además son las únicas que les dejan cicatriz. Una vez el jade entra en su sistema o se esparce por su torrente sanguíneo, actúa como un veneno que los debilita, y les provoca la muerte en cuestión de minutos. El contacto constante con jade de forma superficial anula sus capacidades en forma humana, y los deja al mismo nivel que cualquier otro ser humano.
  • Son altamente alérgicos a la belladona. En poca cantidad (y en cualquier forma), o simplemente en aroma, les nubla el juicio, les atonta y les provoca náuseas severas. Dosis medias pueden provocar inconsciencia, mareos e incapacidad motora. Dosis altas resultan severamente tóxicas, y son mortales. Obviamente se necesita más cantidad de belladona para provocar efectos en un dragón en forma dracónica, que en uno en forma humana. Los dragones intoxicados por belladona tienen dificultados para escupir fuego, volar o transformarse.
  • La soledad mata a los dragones de forma lenta, inexorable y cruel. No nos referimos a la soledad física, sino a la soledad mental: la desconexión de la red dracónica. Los dragones necesitan la red para mantenerse cuerdos, necesitan ese contacto mental con los suyos. De lo contrario acaban cayendo en severas depresiones, o incluso en una profunda y desbocada locura. Por ello el Exilio se considera el peor castigo para un dragón, ya que éstos son desterrados de por vida de la red telepática.
  • Son vulnerables al fuego mágico o elemental. Los humanos con más nivel y experiencia en su piromancia son capaces de quemar a un dragón incluso en su forma dracónica, ya que éste es el único fuego capaz de traspasar sus escamas.
  • Su forma humana tiene una severa desventaja: la regeneración rápida no funciona cuando están transformados. Lo cual significa que si un dragón resulta herido por medios convencionales en forma humana, no podrá curarse de forma instantánea. Tendrá que transformarse en su forma dracónica para ello. Si, por cualquier motivo, un dragón en forma humana no puede transformarse para regenerarse, podría llegar a morir como cualquier persona mundana.
  • Por supuesto, su regeneración no es capaz de combatir los efectos de la belladona, el frío, el jade ni el fuego elemental.
  • Pueden admirar el arte y sensibilizarse con él. Pero no pueden crearlo ni darle forma de la misma forma que los humanos. Sus obras suelen ser incompletas, incapaces de transmitir a pesar de ser técnicamente perfectas. Un dragón siempre sentirá que a su creación le “falta algo” que no podrá darle nunca.
  • Debido a que el desarrollo tecnológico humano aconteció durante la última etapa del Letargo, los dragones sufren de anacronismo, y son totalmente incapaces de entender la prohibida tecnología humana. Algunos despiertan por ella cierta fascinación artística; otros le tienen verdadero terror después de los estragos que las armas prohibidas crearon en la guerra. Pero como sea, no pueden comprender ni recrear ninguna tecnología previa a la época medieval.
  • Son adictos a su propia sangre. Los dragones que beben la sangre de otro dragón, caen en un estado de sumisión y subyugación hacia el dragón del cual han bebido. Ésta sumisión a menudo puede tornarse en un amor posesivo y celoso, que puede llegar a un degenerado estado de locura. Por ello, que los dragones beban la sangre de sus congéneres está prohibido por la ley.
Detalles a tener en cuenta:

  • Un dragón medio mide, en su escala original, entre 8 y 12 pisos de altura (unos 30-40 metros). Los más pequeños miden entre 6 y 7; y los más grandes, hasta 17-18 pisos. 
  • Su temperatura corporal es muy elevada, en forma humana ronda los 40ºC, por lo que suelen desprender calor.
  • Todos los dragones hablan dos idiomas: el común, que pueden hablar tanto en forma humana como dracónica (esta última suele tener un tono ronco, profundo y “monstruoso”); y el idioma dracónico, cuya fonética se apoya en diversos siseos, gruñidos, chirridos y rugidos; que obviamente sólo pueden hablar en forma dracónica. El dracónico no tiene transcripción fonética, es decir, no se puede leer ni escribir.
  • Los dragones poseen dos nombres: su nombre real es largo e impronunciable en forma humana; y el nombre abreviado, que es el utilizan para presentarse en lenguaje común. Se dice que quien averigua el nombre real de un dragón, obtiene poder sobre él, pero hasta ahora no se ha demostrado tal afirmación.
  • Los dragones no usan apellidos. Aunque algunos consiguen apodos o títulos honorarios que adoptan como tales, y usan de manera conjunta a su nombre. No son hereditarios, por lo que raramente un apellido pasa de padre a hijo sin más: para que un hijo herede el apellido de alguno de sus progenitores, debe igualar o superar los méritos de estos para ganárselo. Debido a esto, no existen muchas “familias” dracónicas, ya que los dragones no las consideran de la misma manera que los humanos. Por ello, los Pjs dragones no deben llevar apellidos en el nick.
  • Los dragones son ovíparos: se reproducen por huevos. Las dragonas sólo realizan la puesta (dolorosa para la mayoría) en su forma dracónica, en forma de huevos grandes y ovalados, de hasta medio metro de largos. Los huevos suelen ser brillantes, como joyas preciosas, del mismo color que las escamas del embrión; y necesitan una incubación a altas temperaturas de al menos cinco meses para nacer. No obstante, durante el último siglo, la infertilidad se ha apoderado de la raza dracónica, y por algún desconocido motivo, todos los huevos ahora han salido sin embrión. Por ello, la edad mínima permitida para los dragones, es de 100 años.
  • Por norma general, los dragones crecen durante los primeros años de vida al mismo ritmo que un humano normal. Y a partir de su juventud (pasada la adolescencia), su envejecimiento tiende a “estancarse”, realentizándose gracias a su capacidad para regenerarse, manteniéndose jóvenes durante casi toda su vida. No obstante, se ha comprobado que los dragones pueden llegar a envejecer muy rápido, dependiendo del tiempo que pasen en su forma humana. Ya que no pueden regenerarse en esta forma, cuanto más tiempo pasen transformados, antes empezarán a envejecer, y antes notarán los estragos de la edad, tanto en su forma humana, como en su forma dracónica. Los dragones más mayores que siguen manteniendo un aspecto joven, sin duda son aquellos que alternan de forma muy asidua su forma dracónica con su forma humana.
  • Son muy sensibles a la belleza, en sus diversas formas: arte, poesía, música… Incluso la guerra y la crueldad pueden resultarles hermosas. Hacia qué lado desarrolla cada dragón dicha sensibilidad, suele venir dictada por su personalidad. 
  • Suelen preferir las atmósferas calientes, hasta tórridas. Un dragón podría vivir tranquilamente en el interior de un volcán.
  • Necesitan a los humanos. Por más que intenten imperar sobre ellos y mantenerlos en lo más bajo del escalafón, no pueden vivir sin ellos. Ya sea por necesidades emocionales, o por puro pragmatismo; son parte de su maquinaria social, de su modo de vida, y de ellos mismos. Empero, los dragones son, por autodenominación, superiores a todos ellos, y sus amos y señores absolutos. Precisamente por eso se intenta mantener el vínculo entre dragones y humanas hasta una cierta distancia, y el enamoramiento entre ambas especies está prohibido por la ley.


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